He revisado detenidamente el capítulo que Henry Van Til dedica a Calvino en su libro The Calvinist Concept of Culture (El concepto calvinista de la cultura), y el autor nos muestra acertadamente que para Calvino, la Gloria de Dios obrando en el hombre no sólo se debe manifestar en el círculo eclesiástico o en lo referente a la salvación de las almas, sino que esa gloria debe ser visible en todos los aspectos de la vida humana. Desde al arte, la política o la economía, para Calvino, la Palabra de Dios debe gobernar en los hechos y pensamientos del hombre nacido de nuevo. De modo que, bajo principios escriturales bien establecidos, el cristiano pueda cumplir con su propósito de vida, con su vocación en este mundo, honrando a Dios y sirviendo a su prójimo, renovando y trastornando su cultura, su entorno; no mediante un esfuerzo alocado por cambiar su sociedad, sino bajo la guía del Espíritu, con la mente de Cristo.
Es la necesidad de una cosmovisión cristiana y lo que Calvino, como teólogo y visionario, aporto a ésta, lo que resalta en la obra de Van Til. La necesidad de una antítesis y de un eclecticismo cristiano dominados por el Espíritu de discernimiento y la Palabra de Verdad, para la reforma de la cultura, desde sus principios básicos, hasta sus instituciones más complejas.
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