Calvino y su dominio de la patrística

 

Se dice que Calvino era muy querido y admirado por muchos de sus colaboradores y amigos. Beza, Colladon, y Farel, su círculo más cercano, hablan de él como una persona a la cual aman y reconocen por su labor y gran erudición. Melanchton, el sucesor de Lutero, tuvo la oportunidad de conocerle y le admiró por su conocimiento de la Escritura y su manejo en la Patrística. Un conocimiento que en verdad era admirable. No solo dominaba los cásicos como Aristóteles o Platón, sino que manejada diestramente a los Padres de la Iglesia. Era la costumbre en el tiempo de la Reforma convocar a debates públicos entre Reformados y papistas, para que cada uno diera sus puntos y saliera a la luz quién estaba equivocado. Quién realmente era fiel al Dios de las Escrituras. Uno de esos debates, decisivos para el avance de la Reforma en Suiza, se dio en Lausana en octubre de 1536, del lado protestante se encontraban Farel y Viret como los representantes principales, Calvino sólo les acompañaba.

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La palabra «Canon»

 

canonLa palabra “canon”

¿A qué nos referimos cuando hablamos de un canon?  Bruce aclara el término al principio de esta obra refiriéndose al mismo como “la lista de libros contenidos en la Escritura…dignos de ser incluidos de los escritos sagrados”.

Del griego kañón que significa una caña recta que se utiliza como regla, que puede ser dividida en unidades de longitud, la palabra canon,  da el sentido de una lista o serie. Nos dice también, que tal vez haya sido Atanasio, Obispo de Alejandría, quien utilizó el término en este sentido por primera vez en el 367 d.C.

Antes de que se utilizara en el sentido de una lista, la palabra canon se utilizó para hacer referencia a “la regla de fe” o  “regla de verdad”, es decir, todo escrito o doctrina se examinaba a la luz de las enseñanzas de los apóstoles; cuando quedaron confirmados los límites de la Escritura, se comenzó a tener a la misma como la regla de fe.  Tomás de Aquino nos dice que sólo la Escritura canónica es la regla de fe. Asimismo la Confesión de Fe de Westminster, después de enunciar los libros de la Escritura, nos dice: los cuales son proporcionados por la inspiración Dios para ser la regla de fe y conducta.

Bruce utilizará en su obra el primer sentido de la palabra, es decir, se referirá al canon como  “la lista de libros que se reconocen como regla de fe y conducta”, debido a que esa será la temática del libro, esto es ¿cómo se formó el canon?

 

El pueblo del libro

Los pueblos judío y cristiano y en menor medida el musulmán, han sido conocidos siempre como “el pueblo del libro” debido a que “la conformidad a lo que el libro prescribe es la principal prueba de lealtad a su fe y practicas religiosas”

Para los judíos el libro es la Biblia Hebrea que se compone de la Ley (Torah), los Profetas (Nbiim) y los Escritos (Ktubim), esto es la TeNaKh. Para el pueblo cristiano es la Biblia que contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento, mientras que para los musulmanes son estos últimos más el Corán.

 

Los dos Testamentos

Bruce, por supuesto, examinará la Biblia cristiana, que como se mencionó comprende el Antiguo y el Nuevo Testamento. Pero ¿qué entendemos por testamento? La palabra latina testamentum nos arroja el sentido de le última voluntad de una persona, pero este no es el sentido que buscamos, sino el siguiente, eso es, el de un pacto o acuerdo entre dos partes. En sentido de la Escritura podemos entender que es el pacto de Dios con los hombres (por su puesto el hombre es el favorecido y el pacto no se da entre iguales, sino denota la idea de conceder beneficios a alguien inferior)

El antiguo pacto consistía en algo simple: Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Yahvéh, nos dice Bruce, se comprometió a proveerles y cuidarles y ellos se comprometían a adorarle y servirle. Quedando esto registrado en “el libro del pacto” (Éxodo 24:4-8).  Este antiguo pacto reveló la voluntad de Dios pero no les dio el poder (al pueblo) para llevarla a cabo. Por eso Dios promete un nuevo pacto por la boca del profeta Jeremías: “Daré mi ley en su mente,  y la escribiré en su corazón;  y yo seré a ellos por Dios,  y ellos me serán por pueblo.” (Jeremías  31:33), la cual cumple en el tiempo en el que el Cordero se da como ofrenda dando por viejo al primer pacto (Hebreos 8:13).

Jesús declara a sus discípulos que su sangre es la sangre de un nuevo pacto (Marcos 14:24); al igual, por medio de su Apóstol Pablo lo declara a los Corintios diciendo: esta copa es el nuevo pacto en mi sangre (1 Corintios 11:25).

Antes de continuar la visión de los testamentos (pactos) Bruce, en uno de sus pies de página, nos da un dato histórico que tal vez muchos desconozcan, esto es, que los escritos de Pablo son más viejos que el relato de Marcos, los primeros datan del 55 d.C. mientras el segundo del 65 a.C., recordemos que el orden que tenemos en nuestras Biblias no es cronológico, sino temático.

Acerca de los pactos, Bruce nos dice que éstos generaron un cuerpo especial de literatura, que después se conocieron como “los libros del antiguo pacto” y “los libros del nuevo pacto”, donde la primera colección se genera en un periodo de de un poco más de mil años, mientras que la segunda en menos de un siglo. Es hasta finales del siglo II que se les empieza a describir (a las colecciones) como Un Nuevo Pacto (Testamento) y un Antiguo Pacto (Testamento). Bruce apoya su argumento en el testimonio de los escritos de Clemente de Alejandría y Tertuliano de Cartago.

 

Un canon cerrado

Todos conocemos que nos enfrentamos a un canon cerrado, en donde nada puede ser añadido. Bruce nos dice que en los dos Testamentos encontramos palabras que sellan por completo el canon tales como las de Deuteronomio (Léase 4:2) y las de Apocalipsis (Léase 22:18-19).

En la Didajé encontramos esta misma afirmación de la siguiente manera: No dejarás de cumplir los mandamientos del Señor, sino que guardarás las cosas que has recibido, “sin añadir ni quitar”

También Josefo, el gran historiador, refiriéndose a las Escrituras hebreas nos dice: Aunque ya haya pasado tiempo, nadie debe atreverse a añadirles nada, ni a quitarles nada ni a cambiar nada de ellas.

 

Reconocimiento Litúrgico

Hay que rescatar de este punto el cómo se respeta a la Escritura en diferentes lugares del culto a Dios, en particular en cómo se hace en algunas Iglesias de carácter reformado cuando la Escritura es trasladada al púlpito seguida de cerca por el ministro (siervo) de la Palabra donde antes de leer la porción tocante al culto se hace la exhortación: “Escuchemos la Palabra de Dios”.

Es  debido a su contenido, a su mensaje, ya sea que consideremos el Evangelio o la Biblia como tal, de donde proviene este valor, que da lugar a una parte de la liturgia dentro de las congregaciones. 

Así termina la primera parte y por lo tanto el primer capítulo de esta obra llena de erudición que Bruce nos otorga.