He terminado de leer mi libro de Bernard Cottret acerca de la vida de Juan Calvino, hubo un capítulo que disfruté más que todos y ese fue el de Calvino, predicador. A pesar de las múltiples etapas de su vida como reformador, estudioso y teólogo, siempre he visto al francés como un hombre de Dios, pastor de almas y predicador de la Escritura; como bien dice Calvino en su comentario acerca de Job, los Profetas, esto es, los que anuncian la Palabra Escrita de Dios y la enseñan, son órganos del Espíritu; no ángeles, no súper ungidos, sino hombres miserables (a la vez regenerados) somos los encargados de la labor. Una de las claves de la Reforma fue la enseñanza y la predicación de la pura Palabra de Dios con todo su arsenal de humillante esperanza para la raza humana. Humillante por cuanto el Evangelio te muestra tu miseria, tu necesidad de Dios y tu condición totalmente caída, esperanzador por cuanto es poder de Dios para salvación. Así que la Reforma siempre empieza por educar al pueblo en la Palabra, no animar su ego.
En este capítulo que dedica Cottret al trabajo del predicador Calvino, nos muestra la labor que este hombre desempeñaba como pastor. Hay un común denominador en los siervos de Dios y ese es que trabajan arduamente en la enseñanza y predicación de la Escritura con toda ciencia e inteligencia, manejan bien la Palabra de verdad, la conocen, la viven, la predican; la aman de tal manera que el siquiera pensar en su mala interpretación les aterra, no la tuercen, ni la diluyen, no la disfrazan. Así era Calvino, así era Pablo, así debemos ser los siervos de Cristo, así hablamos, no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba los corazones.
“Los Profetas son órganos del Espíritu Santo”
Calvino, XVI sermón sobre Job (1)
“…El predicador es aquel que aprende y transmite, que enseña y exhorta, que truena y fulmina. La predicación está en el centro de la actividad del reformador; literalmente, lo agota y lo mina en sus últimos años. Su apariencia indeleble, su respiración dificultosa, su voz de ultratumba, su espalda encorvada por la enfermedad recobran una energía repentina y una última grandeza bajo el impulso del Espíritu que lo anima y lo destruye. Calvino es un hombre que habla. (2)
Teodoro de Beza nos ha dejado una imagen fiel de esos veinticinco años de trabajo arduo: ‘Además de predicar todos los días cada semana, a menudo, y siempre que podía, predicaba dos veces el domingo, leía teología tres veces por semana, hacia las reconvenciones en el consistorio y una clase entera todos los viernes en la conferencia de las Escrituras que llamamos congregación, y continuó este ritmo sin interrupción hasta la muerte, pues ni una sola vez faltó, a no ser en caso de extrema enfermedad’ (3). De manera más matizada, Florimond de Raemond reconocía igualmente la amplitud de su tarea: ‘Apenas ha tenido Calvino su igual: pues, durante veintitrés años que se mantuvo en posesión del obispado de Ginebra, predicaba todos los días y a menudo dos veces los domingos, leía teología tres veces por semana, y todos los viernes en conferencia, que llamó la Congregación. Sus otras horas eran para componer y contestar las cartas que desde toda la cristiandad herética le llegaban’ (4)
Como norma, Calvino pronunciaba dos sermones el domingo. Habitualmente predicaba semanas alternas. El domingo lo reservaba para los salmos y para el Nuevo Testamento, el resto de la semana para el Antiguo. A partir del 29 de septiembre de 1549, uno de sus oyentes llamado Denis Raguenier transcribió en estenografía los sermones de Calvino. De esta manera se conservaron dos mil trescientos hasta el siglo XIX. Ocupaban aproximadamente cuarenta y cuatro volúmenes, cuidadosamente encuadernados…Pero por culpa de inconsciente criminal de los bibliotecarios se vendieron al peso como papel. Por fortuna, algunos pudieron recuperarse. Actualmente poseemos unos mil quinientos. (5)
Salvo alguna excepción, el texto nos llega por mediación del oyente-consignatario. Es decir, se trata de la historia de un escucha y no de unos textos revisados por Calvino. El autor comentaba las Escrituras siguiendo el principio del comentario lineal (o lectio continua)
Calvino, predicador, ¿transmite estrictamente el mismo mensaje que Calvino, escritor u hombre de estudio? Calvino, frente a la masa de sus oyentes, ¿mantiene un discurso edificante? ¿Intenta influir en las actitudes? ¿Modifica las visiones del mundo? ¿Altera los comportamientos? Sin duda, Calvino nunca fue un hombre en su época, como en sus sermones. En ellos habla de los hombres, de las mujeres, de los animales, del mar y de la montaña. De Dios, por supuesto. Un Dios conservador, enemigo del cambio y la subversión social. En definitiva, el Calvino predicador contradice en muchos aspectos la percepción progresista del protestantismo. ¿Calvino? Uno hombre de orden en un mundo envuelto en el cambio.”
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Cottret, Bernard. Calvino. La Fuerza y la Fragilidad. Biografía. Editorial Complutense. Madrid. 1995. p. p 271-272.
(1) Obras completas
(2) R. Peter: “Genève dans la prédication de Calvin”, en Calvinus Eccleiuae Genevensis Custos, P. Lang, Frankfurt, 1984: para una bibliografía exhaustiva; T. H. L. Parker: Calvin´s Preaching, T & T Clarck, Edimburgo, 1992; R. Stauffer: Dieu, la création et la Providence dans la prédication de Calvin, . P. Lang. Berna, 1978.
(3) Tedoro de Beza : L’ historie de la vie et mort de Calvin (1565). Obras completas
(4) Florimond de Raemond : L’historie de la naissance de l’hérésie (1605), P. De La Motte, Ruán, 1629.
(5) La Opera Calvinia comprenden ochocientas setenta y dos homilías; seiscientas ochenta predicaciones aún manuscritas se han publicado o están en proceso de publicación, en particular en los Supplementa Calviniana. Se encuentran dispersas entre la Biblioteca pública y universitaria de Ginebra, la Bodleian Library de Oxford y el Lambeth Palace de Londres.