Llegaron justo a tiempo

rafael_correaE_revoluciontrespuntoceroMinutos antes de que arribara a su cierre de campaña, Rafael Correa se encontró a unas cuadras de La Michelena -el sitio en donde se realizaría el acto- con el resto de los candidatos de Alianza País que lo acompañarían en la tarima, con el propósito de partir todos juntos, en un solo vehículo –el Correa Móvil-, a la concentración.

Era una calle solitaria, nadie, excepto los candidatos y la seguridad presidencial, sabían que ahí se efectuaría el encuentro, que de esa calle del sur de Quito partiría Correa a su último mitin como candidato.

Mientras esperábamos al “Presi” (por alguna razón que no detallaré aquí, yo también me encontraba en el lugar), una niña de unos 9 años, acompañada de su madre, al ver el “Correa Móvil”, se acercó corriendo, buscando entre los rostros uno en particular:

“No está mamá”- le dijo la niña a su madre.

“Te dije, él ya ha de estar allá. Vamos, que llegaremos tarde para verlo”- le respondió la joven que no rebasaba los treinta años.

Segundos después un sonido: las motocicletas de avanzada llegaban a la calle solitaria. Detrás de ellas un convoy de 4 camionetas, entre ellas aquella plateada en la que viaja el mandatario con un par de miembros de su equipo.

Correa venía al frente, en el asiento del copiloto. Su mirada profunda y su amplia sonrisa se asomaban por la ventanilla.

“El Presidente”, susurró la pequeña con una cara iluminada por la emoción.

La madre la sostenía de los hombros. Correa bajó de la camioneta justo delante de la pequeña, quien al verlo tan cerca suyo comenzó a dar pequeños saltos, de esos que dan los niños cuando no pueden contener algún sentimiento. “El Presidente”, volvió a susurrar admirada.

“¡Hola hola!”, dijo Rafael Correa al descender de la camioneta, dirigiendo sus ojos verdes hacia la madre y su hija.

“Hola”, respondió la joven con notoria alegría. La pequeña solo levanto su mano derecha mientras permanecía paralizada, boquiabierta, con la expresión fija en el rostro que antes buscó con insistencia.

Enseguida el Presidente subió al Correa Móvil, en donde lo esperaban ya el resto de candidatos. En tanto estuvo Correa arriba arrancamos rumbo a la Michelena.

Antes de partir alcancé a ver a la madre y a la hija en medio de la calle, contentas, mirándose mutuamente con cariño, disfrutando juntas de aquél momento que ni ellas ni yo olvidaremos nunca.

No llegaron tarde a ningún lado, pensé. Llegaron –como la Revolución Ciudadana que ha transformado la vida de millones de mujeres y niños- justo a tiempo para ver a su Presidente.

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