Calvino, Centinela

 

calvincityMuchas veces se ha acusado a Calvino de intolerante y se apoya la teoría de su carácter despótico cuando algunos revisan sus duros escritos y encuentran en ellos un ser inflexible ante los errores doctrinales. Algunos verán ese carácter firme como defecto, pero los que conocemos las Escrituras y el carácter de Dios, lo veremos como virtud, entendiendo a Calvino como un siervo de Dios que fue colocado en un tiempo y lugares específicos para realizar una labor que necesitaba tal carácter. Calvino fue pastor y reformador, era necesario que velara por las almas de la grey que Dios le había encargado y que no guardara la espada espiritual ante amenazas latentes, como el regreso a Roma o el consentimiento de las ideas anabaptistas. Calvino entonces, según Denis Crouzet, se convierte en centinela.

El pastor -señala el historiador francés- es un guerrero de Dios, un «defensor de la piedad sincera». Calvino vive, escribe y proclama su obligación como la de un centinela, la de una vigía que obedece una orden procedente de Dios y que le obliga a estar en vigilia constante, a no dejar pasar nada que pueda contradecir al Dios vivo.

Como consecuencia, el pastor no puede y no debe marcharse o abandonar el «lugar» que se le ha ordenado guardar. Sería entregarlo a los enemigos, a los que pertenecen a Satanás. Calvino es un hombre que vive su vocación, interiormente, como tomando parte en una guerra de una dureza y una violencia extremas, en la que cualquier debilidad tiene consecuencias catastróficas, durante la cual el guerrero de Dios que él es no debe flaquear jamás, en un compromiso que obliga a cada segundo. La desposesión de sí en Dios encuentra ahí su más profundo sentido. Frente al ministro y su palabra, hay asesinos a los que hay que matar espiritualmente para que no sea destruida la casa de Cristo, para que la santificación de los fieles no se vea arruinada. Abatir a los lobos que merodean esa casa, que quizás se encuentren incluso en su interior, significa instruir mediante la palabra de Dios, decir y repetir la palabra de Dios como única doctrina cristiana. Y Calvino deja ya para siempre de vivir en medio del debate irresoluble entre odio y amor. Es él, quien desde entonces, con humildad, dice y señala lo que son el odio y el amor a su alrededor. Pero, para decir y señalar el odio (es preciso subrayarlo), utiliza un medio destinado a permitir a los incrédulos acercarse al amor de Dios.

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La profecía calviniana

 

calvin_pic_calvindrierYa había publicado entradas acerca de Calvino como predicador, de su predicación como un arte, como un “profeta contemporáneo” como lo han denominado Hoogstra y otros en una recopilación realizada para el festejo de los 450 años del nacimiento del reformador. Él mismo, Calvino, en sus sermones acerca de Job, ha dicho que los profetas y predicadores son órganos del Espíritu. Cottret nos dice que Calvino es un hombre que, a pesar del desgaste físico, habla bajo el impulso del Espíritu. Pero, si Calvino era profeta en el sentido de que la palabra de su predicación era de exhortación, edificación y consolación (1 Co. 14:3), ¿que significaba para él la profecía? ¿Es parecida a lo que hoy se da como profecía, en donde cada uno profetiza de su propio corazón (Jr. 23:29-32)? ¿Fue parecida a la profecía de Roma, que abandonaba la Escritura en pos de inventos humanos? Denis Crouzet nos dice que para Calvino:

“Hablar se vuelve, entonces, un escucharse a sí mismo, puesto que en él, en el corazón que se experimenta la fe, se encuentra el Espíritu que proporciona la enseñanza de Dios, se encuentra el conocimiento de Dios allí arraigado desde entonces. Por otro lado, Calvino le dirá al cardenal Jacques Sadolet que agradece a Dios el haberle iluminado con la «claridad» de su Espíritu que, para él, es instrumento de un pensamiento verdadero, al poner ante sí la Palabra, representada como una «antorcha» (…) Él mismo no es más que un repetidor, un órgano de repetición de Dios, mediante el uso de la voz o de la escritura, mediante el consejo o la defensa.

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Calvino y el Rey David

calvinCalvino, antes de ser el “déspota de Ginebra”, “el creador del capitalismo”, “el causante de las Guerras de Religión”, “la desgracia más grande de Francia”, “homosexual y depravado”, antes de ser “amante de la hoguera”, fue un pastor y hombre de Iglesia, un hombre bíblico, que encontraba en la Escritura un espejo de su realidad (Stg. 1:25). Si bien nunca se dio el título de apóstol, su vida es una réplica de Pablo, y si bien nunca se proclamó rey ni príncipe de nada,  su vida encuentra en David cierto reflejo, que Denis Crouzet ha tenido bien ha señalar en su obra.

Bernard Cottret-señala Crouzet- “subraya con acierto que el relato biográfico de Calvino sólo adquiere significación como un remedio de la vida de David. Lo mismo que David se ha visto forzado a luchar sin tregua contra los filisteos, al tiempo que era también contestado en el seno de su propio pueblo, Calvino declara que ha tenido que librar combates continuamente, ha tenido que realizar «las mismas cosas o parecidas». Y el salmista es el paradigma de hombre de fe, pues, aunque sujeto a pasiones y tentaciones, ha mirado siempre «lo que Dios muestra», ha sido, como Calvino, «un pobre hombre vagabundo»,«expulsado del templo», como Calvino expulsado de su país, pero siempre se ha entregado por entero a Dios.

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